Entradas

Mostrando entradas de 2016

Sobre montañas altas

               Sobre montañas altas Muy cerca de aquí, donde unas montañas altas miran hacia otras de igual tamaño y un riachuelo vierte sus aguas entre ellas, viven un niño y una niña aventureros. Él y ella saben que varios kilómetros de distancia separan esas montañas verdes del mar cristalino que tanto disfrutan cada cierto tiempo. De vez en cuando, las nubes no dejan ver las copas de los árboles y; sin embargo, ellos pueden imaginarse bajo el sol caribeño, entre la brisa salada, bañados por olas suaves. Juanito disfruta perderse en la bondad de su personalidad. Él es bueno y amoroso. También le gusta complacer a su papá y a su mamá. Ya que Juanito es muy buen amigo y compañero, comparte con ellos sus juegos o pasatiempos; aunque no siempre sean buenos ante los ojos de papá y mamá. Por eso, desobedece y miente. Son niños. A veces parece que él es menos ingenuo que ella, pero ella suele hacer más travesuras. Juanito piensa un campo de fútbol, en el que el balón lo patea

¿Vida?

¿Vida?   Entre largas pausas de relojes oxidados se ha ido la vida buena. Ahí, en el tiempo detenido, ha quedado vacía, pesada, amargada; con ganas de hacer retroceder las manecillas, pero ellas pesan más. Como si hubiera sido la cara de la sombra, la vida ha evitado, a toda costa, el peligro, el murmullo y las aventuras nuevas. El resumen de esa vida rutinaria se centra en uno de tantos monólogos, muerto y enterrado entre representaciones desechadas. Con pena, las pocas líneas consumen el relato pobre. Con ligereza, el tiempo andante consume las horas restantes y el sonido mismo de la vida, la última respiración, las ganas de empezar de ceros, las representaciones más simples y complejas sobre el trascurso mismo del tiempo e, incluso, la condena prematura de muerte. El monólogo guarda cara de debate parlamentario de tercer mundo: aburrido, grabado en un casete de cinta machacada, que ahora se hace imposible de oír nítidamente. ¿Cuántas palabras contiene el resumen, qué tan coh

EN LAS HORAS DEL OCASO

Imagen
En las horas del ocaso  En las horas del ocaso, cuando la próxima penumbra Le anuncia al día que su emancipación adolece, Yo retorno al pensamiento ornamentado por la obscuridad. Sobre mi almohada concibo sueños olvidados en el frío; Y un susurro me prepara para la nueva escena del llanto diurno. Bajo el sol, en medio del largo camino seco, Yacen piedras calizas que maltratan mi andar. Mis pies, recubiertos en cuero sin pulir, sienten La calma de la brisa suave en contra del sudor. El calor no invade; aunque no haya sombra. La humedad no ataca y se esconde en su colmo. Entre mis dedos se cuela la fina arena amarilla, Que bien guarda la temperatura que recibo. En medio de la vegetación frondosa, por fuera del camino, Debajo de la lluvia porosa del páramo de la cordillera, Suavizo mis pasos para dejarme llevar por el paisaje Y sentir la paz que yo mismo no sé transmitir. Ando lento, ando suave, ando cauteloso. Ando por corredores y laberintos o trochas y caminos

Muñequito negrito

Imagen
Muñequito negrito Me encontré un muñequito negro, bembón, grandulón; un muñequito negrito con piernas largas que sabían caminar. Meneaba siempre su cuerpo como si la vida fuera un danzar. En cada cambio de hora lanzaba un discurso con la simetría de una copla, que en las noches repetía al compás de unas tamboras. Su voz tenía el eco de otros muñequitos negritos, que en la alegría del fin de la jornada continuaban su ritmo son parar. Los muñequitos negritos vestían ropas de colores, pañoletas en la cabeza y sandalias de cuero: todo hecho a mano y con la insinuación de un carnaval. Una manilla en cada muñeca llevaba el nombre de algún ancestro. Por tradición recordaban, así, que antes alguien había llenado su lugar. Cada muñequito negrito les componía a sus antecesores una canción. Voz, maracas, palmas y baile para cuando se hubiera ocultado el sol. Varias plegarias por noche para que al día siguiente no los matara el calor. El muñequito negrito, alegre, con su negrita de l

ESTRELLAS DE JULIO

               Estrellas de julio                       [...] Yo sólo quise ser                       Con mi luz y mi amor. Estáis malditas, vosotras, estrellas de julio; Brilla vuestra constelación primaria sobre mí Mientras me paseo por una oscuridad sinóptica, Sin dejar de apreciar mi fin ya encumbrado. ¿Cargo yo a cuestas con vuestra inmensa suerte? No simpatizo con la poco fortuita alineación De extremidades astrales conjuradas en la perfección De ángulos que guardan decenas de interpretaciones. La luna tiene su eje más cerca de vosotras E intercambia forzosamente las energías del vacío inoxigenado. Juntas me intrigáis y sofocáis mi serenidad, Que en lamentos levitantes me entrega alguna predicción. En la luna me refugio de vuestra furia intensa, Pero ella también me vence sin compasión. ¿Dónde encuentro tregua constante? ¿En el más allá? Quizá en las nubes negras o en el abismo de mi caparazón. Vuestro reflejo sobre mi rostro pardo se apaga, Vuest

[...] Sanando

[...] Sanando  Solía tener varios huecos en el pecho como resultado de profundas heridas. Aunque al día de hoy no me marcho sin antes no haberme manifestado a plenitud, había tenido la sensación de que cualquiera que hubiera sido la situación, hubiera podido terminar armoniosamente. Intento soterrarme en la idea de la inviabilidad de las discusiones inútiles. Este hecho es la descripción de mi forma de ser pacífica y alentadora. Pero, al mismo tiempo, soy consciente de que cada quien posee la virtud de defender sus pensamientos. Tal vez por eso, en ocasiones deseo pedir perdón cuando ni siquiera hay cabida para tal cosa. Y pasado el tiempo, tengo una mirada diferente de mi mismo; ya que hace poco quise virar la mirada hacia el pasado con el propósito de reconciliarme conmigo, desde lo más profundo, con total sinceridad. Así fue como deseé remediar cualquier error. No hay un sentido de arrepentimiento per se , mas me nace humildemente enmendar cualquier herida. Por mi propio bien.

OTROS OJOS

Imagen
 OTROS OJOS                                                                     Ojos  lentos de sangre amarga Que lloran sin lágrimas ni dolor Por la suerte de los que se arrastran.  Ojos  necios de barro con hedor Que causan pena hiriente Encima de un llanto protector.  Ojos  vacíos de materia viviente Que guardan con celo la historia En rincones convexos o cofres perennes.  Ojos   vagos de quietud remota Que rebotan la luz del difuso espectro Hasta el límite de la infinita trayectoria.  Ojos   ajenos de iris levemente disueltos Que emanan dicha opulenta Hacia los poros débiles de los otros cuerpos.  Ojos   ávidos de intriga en secuela Que atacan con mirada disonante Entre pestañas que pican y envenenan.  Ojos   transparentes de formas desbordantes Que ven más allá de las narices Según las imágenes del lenguaje resonante.  Ojos   vivos de diferentes matices Que elogian la vida y su respiro Por encima de cualquier elemento triste.  Ojos   sinceros de estruendos benditos Qu

Con calma y serenidad

Con calma y serenidad Mas te repito algo que siempre escuchas tras actos de prepotencia: la  arrogancia empobrece a l alma. Si en tu queja eterna desperdicias la esencia de tu pensamiento, recordarás que estás a punto de abandonar por completo la ilusión de la vida gloriosa. ¡Hasta dónde te dejarás llevar por la soberbia! Ya basta de esa esquizofrenia provocada y de petulancia manipuladora. Sé que hay algo más allá que causa gran molestia. No hay razón para tal hastío con quienes no tienen nada qué ver. Así me doy cuenta de que ignoras la razón de la objetividad, el principio de la justicia se desvía hasta el margen. Finalmente, ¿a quién le queda el alma más quemada cuando el viento llega por cenizas? Nadie debe de pagar las consecuencias de los actos ajenos de cobardía omnipresente y ceguera parcial. Ante tales actos de rabia, hay más vulnerabilidad en ti y, por supuesto, la amenaza se devuelve sangrante. ¿Te das cuenta a tiempo de tu terror? Tal vez no y se fuga la razón po

Una guerra y una lápida

Una guerra y una lápida Una guerra de invierno y una lápida de fuero.  Un matiz fluorescente, un suelo pintado de mierda.  Hambre y dolor que se olvidan con el sudor de huellas apresuradas.  La procesión del manglar, la adoración conservada.  El dueño de la tierra.  Uñas moradas, labios fríos, lengua encogida.  Predicador de odio, orador de amor, transformador de ilusiones.  El contacto borrado, la agenda vacía. La máquina de café, la pista de atletismo. El computador sin antivirus, la biblioteca. El sofá de cuero en la sala atestada. El periódico matutino, la mesa servida. La deuda de las finanzas, la propiedad hipotecada. El banco, mercenario; la cooperativa, estafa, embargo. El sistema, la condonación. Los intereses, altos; la compra del capitalista. Un libro de filosofía, una reseña. El escritorio de cedro, la pluma de tinta azul. El cuadro impresionista de una revolución con marco falso, El candelabro, iluminado; el pasillo.  Una estrat

Un cuento de verdad

Un cuento de verdad De todos los cuentos que me agradan escuchar, porque a ellos les gusta ser contados, hay uno sobre los dos que dejó de ser fantasía para convertirse en realidad. Sin ficción, sin aventuras, nos gusta ser protagonistas de historia pura de ensueños.

Fe moribunda

Fe moribunda  Los hechos:   El medallón de una virgencita yace sobre el asfalto. Dudo en levantarlo. ¿Alguien lo ha dejado ahí a propósito? ¿Se le ha perdido a su dueño? Se le notan los días, tirado, en la calle; varios neumáticos le han pasado por encima; así como también mi fe ha sido arrebatada y, de vez en cuando, arrollada por circunstancias oscuras de mi vida.  Recojo ese digen como símbolo del deseo de querer aferrarme a algo. Pienso inmediatamente por qué lo hago, ¿es coincidencia?  Hay cosas en las que no creo: la idolatría, la hostia, las imágenes, la excomulgación, los santos, las iglesias, sus templos; los rituales, las ceremonias, las ofrendas. Creo en la comunión, en la compasión, en el amor, la benevolencia, en que el ser humano puede estar libre de pecado. La reflexión:  Dios sabe que estoy intentando ser más neutral. Me queda la duda de la lealtad y la consagración para no sufrir tanto, si algún día decido retirar mi fe. La realidad no es otra, sino

La planta / La sombra

La planta La sombra                                                      Una voz de terciopelo cobalto,                                                      Decorada con brillantes anacarados                                                      Congela la forma del alma,                                                      Transporta el mensaje que arrasa.                                                      Se escucha la niebla,                                                      Se mece, entre las ondas, cada eco,                                                      Que turbio y sombrío da luz.                                                      También brinda calor la dulce voz                                                      Sin recorrer los sentidos                                                      Es directa abrazándonos, demostrando                                                      Las ganas de proyectarse                                    
Si ya me conoces, entonces me reconoces como un enemigo asiduo de los besos. No importa cuál sea la manifestación del beso, me patea de la misma forma. Pero uno en el cuello me deja sin aliento y es el toque que considero irresistible. Me debilitan unos lindos labios impresos en mi nuca, deslizándose por mi manzana, deseosos de besar otras partes. Yo devuelvo una sensación más intensa al acariciar con mis labios, mientras mis dientes aprietan tu piel.

El apocalipsis del demonio

Imagen
El apocalipsis del demonio Andando por una calle bien iluminada y sin ganas de detenerme, quise que las suelas de los zapatos se fundieran con las plantas de mis pies. No sentía cansancio, ni fatiga, ni hambre. Tampoco tenía pensamiento alguno, ni siquiera pensaba en no pensar ni en quererlo hacer. La calle, larga, no tenía cruces. Cualquiera de sus habituales peatones estaría bajo algún techo: sin frío, sin sentir la noche. Era yo solo. No soy consciente de cuántos kilómetros anduve y aún me pregunto cuándo me detuve, cuya respuesta más acertada sería tan similar a lo siguiente: únicamente después de morir. Aún sigo teniendo vida, pero después de esa noche debí guardarle luto a la mitad de mis apellidos, a mis callos y a mi espíritu podrido. Todo eso quedó entre la sombra luz artificial de la luna y la humedad de la respiración exhalada. Con cada siguiente alba descubro la magnitud de aquella noche sobre mí, que lejos de haber sido un final tempestuoso, se convierte en una rem

Bajo las montañas de tapete

Imagen
Debajo de unas montañas cubiertas de alfombras y tapetes, había una cueva excepcional. En la cueva, vivían arañas que adornaban la larga, alta y ancha cavidad. Por momentos, daba la impresión de que fueran de plástico; pero sus hileras funcionaban bien. Construyeron en poco tiempo una fina tela en la entrada, que le obstaculizaba el paso a los murciélagos. Entonces, ellos se acostumbraron a la claridad y a cazar de día sin ningún prejuicio.  Cuando los murciélagos se dieron cuenta de que preferían el sol -aunque fuera por fuerza mayor-, había pasado mucho tiempo. Los  tallos de los árboles eran ya de hueso y sus hojas eran plumas de gorrión. El bosque no era más eso, desde hacia tantísimo tiempo que, la última fotosíntesis había sido registrada en los guinness records . Por eso, ahora los ratones voladores comen hueso; pero las plumas sí que no apatecen. Mientras tanto, las arañas parecen huirle a la luz y, tejen redes unas sobre otras.
Tengo la entera convicción de que el mundo es mío sobre cualquier deseo de posesión de otros y sobre la lujuria egocéntrica de las multitudes: mío es el mundo para lo que yo quiera, no lo comparto, no lo reparto.

Miedo más Miedo

A veces tengo miedo del sol y del viento, Miedo de la prudencia y de la inocencia; A veces tengo pánico, a veces poco miedo. ¿Cuánto miedo tengo de fingir o de aludir Que tengo miedo de tener este frío miedo? A veces de ser feliz sin atreverme a morir. Siempre tengo miedo de que me hagan caer, De tropezar sin esperanza, de bien aterrizar Y efectivamente caigo sin saberme levantar, Siempre me levanto a medias, caigo fuerte. Luego el miedo es mayor, sin remedios, Sin cura, nunca ha sido confidencial. Cualquier cosa me hace temer más Con el presagio de la desmotivación, Que encuentra en cada insatisfacción Su alimento para mi usual depresión. Nada es verosímil, tampoco efimero; Cada tranca es la suma de mis miedos. No tengo cuerpo: lo ha consumido el pensamiento pesimista, Para los pocos que existo soy un cero negativo, La suma de las desgracias, un mal de desperdicios. Tenue, miedoso, desesperadamente intranquilo En la magia de otros que han consumido mi vida. Ya le temo al t