Con calma y serenidad

Con calma y serenidad

Mas te repito algo que siempre escuchas tras actos de prepotencia: la arrogancia empobrece al alma. Si en tu queja eterna desperdicias la esencia de tu pensamiento, recordarás que estás a punto de abandonar por completo la ilusión de la vida gloriosa. ¡Hasta dónde te dejarás llevar por la soberbia! Ya basta de esa esquizofrenia provocada y de petulancia manipuladora.

Sé que hay algo más allá que causa gran molestia. No hay razón para tal hastío con quienes no tienen nada qué ver. Así me doy cuenta de que ignoras la razón de la objetividad, el principio de la justicia se desvía hasta el margen. Finalmente, ¿a quién le queda el alma más quemada cuando el viento llega por cenizas? Nadie debe de pagar las consecuencias de los actos ajenos de cobardía omnipresente y ceguera parcial.


Ante tales actos de rabia, hay más vulnerabilidad en ti y, por supuesto, la amenaza se devuelve sangrante. ¿Te das cuenta a tiempo de tu terror? Tal vez no y se fuga la razón por la rendija estrecha de la asertividad. Solamente se percibe ansiedad, descontrol, reacciones a tus mismos impulsos. Es el momento en el que el fuego molesto se funde. Cúbrete.

Mas una cosa me impresiona de ti: el oasis en tus ojos cuando la desesperación es mía. Así que, me pregunto: «¿En qué otra vida se pulverizó tu esencia noble?» Creer en la humanidad misma, nos hace humanos. Yo veo los defectos y también sé apreciar tu espíritu bueno. Hay algo enternecedor y hay algo que llama la atención. En realidad, no necesitas consejos de un amigo olvidado. Porque hay amigos que no aconsejan en la indiferencia al llanto del prójimo. 


En cada situación, el silencio prolongado llena de intriga cualquier buen humor. El temor infundido, el llanto tragado, la felicidad ignorada, la suma de las emociones en el carácter fingido.  Los mil y un efectos de una mirada colerizada. Hablaré sin juzgar y escucharé atentamente. Quiero que muestres un poco de reciprocidad sin el pretexto de que la sangre te sofoca.

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