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Mostrando entradas de marzo, 2015

Aura desvanecida

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Ingravido presente. Las ramas abren trémulas. Cándidamente escapan Estas horas sin fuerza. En la playa remota El mar no visto canta; Sobre su verde espuma Huye el aire en volandas. Va sus vírgenes fuerzas Deponiendo la tarde. La esperanza se duerme Entre el verdor unánime. Su aurora se extendió hacia el infinito buscando desesperadamente alcanzarla. Los destellos se hicieron tan finos que repentinamente se tornaron ocre azulado mientras se desvanecían. Tal colapso le dejaron agotado, turbó su consciencia y terminó por desvanecerse en el infinito domable. Anterior a ello, los dioses solían adorarle a él, contrayendo ritos constipados de devoción ufana, de sabiduría emanante, de folclor castro, de lógica suelta. El dios Bolsa le había concedido gracia en una vieja caja que guardaba los rastros de la depresión circundante de su pasado, que respondían dudas comprimidas de abnegación. La caja se aseguraba con 39 Claves distintas que vendrían a su mente de

INTIMIDAD

Adentro, una vez todo tendía a la vagancia. La prisa cegaba y la oratoria no sabía manipular. Claramente había tantas desventajas con esporas sin ocupantes del panal. Quedaba difícil encontrar algún culpable, sin conocer a ciencia cierta el escondite de su último pañal. Las respuestas fueron cada vez más escasas, pero ahora por miedo a acertar un diagnóstico. Entre pena, timidez, placer, desmotivación, tristeza y seducción; se mezclaban los interrogantes más puros del desacierto. Que llegada la noche, la sombra lloraba lamentos. Le embargaba el consuelo de la distancia cosechada con destierro. Qué salga. Ya urge que se vaya de aquí, antes de que la mezcla le juegue un desliz. Estupideces bien pensadas de querer morir saciando ironías con constante matiz.  Por tanto, nada era coherente, ni constante, ni fiel. Si con tanta desdicha, la melancolía muestra la carencia de fe. Así, el caos era más revuelto y lleno de invariables; siempre haciendo perder la noción del tiempo circundant