Bajo las montañas de tapete


Debajo de unas montañas cubiertas de alfombras y tapetes, había una cueva excepcional. En la cueva, vivían arañas que adornaban la larga, alta y ancha cavidad. Por momentos, daba la impresión de que fueran de plástico; pero sus hileras funcionaban bien. Construyeron en poco tiempo una fina tela en la entrada, que le obstaculizaba el paso a los murciélagos. Entonces, ellos se acostumbraron a la claridad y a cazar de día sin ningún prejuicio. 


Cuando los murciélagos se dieron cuenta de que preferían el sol -aunque fuera por fuerza mayor-, había pasado mucho tiempo. Los  tallos de los árboles eran ya de hueso y sus hojas eran plumas de gorrión. El bosque no era más eso, desde hacia tantísimo tiempo que, la última fotosíntesis había sido registrada en los guinness records. Por eso, ahora los ratones voladores comen hueso; pero las plumas sí que no apatecen.

Mientras tanto, las arañas parecen huirle a la luz y, tejen redes unas sobre otras.

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