Sobre montañas altas

               Sobre montañas altas


Muy cerca de aquí, donde unas montañas altas miran hacia otras de igual tamaño y un riachuelo vierte sus aguas entre ellas, viven un niño y una niña aventureros. Él y ella saben que varios kilómetros de distancia separan esas montañas verdes del mar cristalino que tanto disfrutan cada cierto tiempo. De vez en cuando, las nubes no dejan ver las copas de los árboles y; sin embargo, ellos pueden imaginarse bajo el sol caribeño, entre la brisa salada, bañados por olas suaves.

Juanito disfruta perderse en la bondad de su personalidad. Él es bueno y amoroso. También le gusta complacer a su papá y a su mamá. Ya que Juanito es muy buen amigo y compañero, comparte con ellos sus juegos o pasatiempos; aunque no siempre sean buenos ante los ojos de papá y mamá. Por eso, desobedece y miente.

Son niños. A veces parece que él es menos ingenuo que ella, pero ella suele hacer más travesuras.
Juanito piensa un campo de fútbol, en el que el balón lo patean superhéroes. Otras veces, actúa el papel de otro Juanito y es como un tren, que de repente no necesita más rieles; sino que vuela, sus vagones son ligeros y sin tocar el acero del que está hecha su vía, anda por el mundo a su afán y a sus riendas.

Mari juega a las maromas. Si la cabeza está cerca del suelo, entonces es feliz. Colgada de las barras del pasamanos de un lado a otro; poco le importa si después de un largo rato en el parque, termina con las manos peladas. Sin embargo, le importa menos que la tía sufra por culpa del llanto descontrolado.

Y si el tren vuela con la cabeza hacia abajo, los dos son inmensamente felices.

Sobre la sabana al pie de otras montañas más altas, vive un viejo amargado, cuya única felicidad consiste en reproducir, con las luces de las estrellas, los rostros de esos niños. Cada sonrisa es para ellos. Cada pensamiento bueno y cada gesto de paz.

Entre encomiendas y llamadas, las montañas combinan el mismo color. Entre gestos de amor, las estrellas se reflejan en el mar cristalino. Entre travesuras y regaños, se pasa el tiempo. Entre tristezas y alegrías, el viejo lagrimón les dice: "niño, niña: no se olviden de mí".

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