Sexualidad a medio vivir

Sexualidad a medio vivir
Confesiones de una amiga


Ya es sabido que la vida da muchas vueltas. Entre otras cosas, el que era gordo ahora es flaco, el que prometía un gran futuro resultó ser poca cosa y viceversa, etc, etc, etc. Qué más da, si hoy en día ya nada sorprende (o por lo menos yo perdí la capacidad de impresionarme ante las eventualidades de la vida). De hecho, hay cosas que se ven venir, solo esperamos a que la persona implicada lo exprese a plenitud.
Dado el día, sucedió que la pena agobiaba. Un alma dolida hizo una confesión que yo esperaba hace ya algún tiempo. A pesar de que era la fuerza del corazón la que estaba en juego, aquella teoría de desahogarse con alguien emparentado por los sentimientos  emergía sin pudor ni juicios sociales enigmáticos.
En la nebulosa pesa la expectativa del rol impuesto por la sociedad y; entre tanto, la libre expresión queda en sólo teoría. Definitivamente debemos mandar a la mierda cualquier preconcepto riesgoso y dañino para esa misma libre expresión. Es que de nada vale seguir apegados a las contradicciones patriarcales y machistas de las épocas dominadas por el clero, invadidas por la persecución abolista -por cierto: los siglos han transcurrido; y en el presente, ese peso se ha aliviado-. ¡Qué absurdo! Allí es cuando cada quien cae en el error de hermetizar al cuerpo para mostrar lo que convenga de acuerdo con las situaciones; entonces, los problemas brotan sin temor. ¡Qué tristeza!

Ella me regaló en palabras de dolor la ciencia de su pasión. Un tanto avergonzada -no más que atemorizada-, la confianza le hizo soltar una revelación que desde antes hubiera escuchado sin asco. Ahora, ella actúa la vida sin antifaz en mi presencia y me regala, de vez en cuando, otras de sus minúsculas aventuras diarias.
Coincidencialmente, escucho atento sobre su anhelo con una chica de la oficina, a quien teme serle sincera ante un repentino rechazo, perdiendo, incluso, la bella amistad que ya han vivido.

Lo duro fue lo anterior: la aventura a la que la lanzó una relación de pareja "diferente" le dejó el corazón destrozado, pues ella, como yo, suele entregarse ingenuamente afrontando el día a día con sus altibajos y siendo optimista ante las circunstancias. Sin embargo, la tristeza le embargaba profundamente, aun considerando la invaluable madurez que le caracteriza.

El hecho de mostrar vergüenza por sus actos de sexualidad libre y espontánea, le hacían reprimir el dolor de la ruptura fresca y; bien es sabido que llorar para dentro daña el alma y siembra desconfianza en los demás. Aún cuando siempre hay rumores de suposiciones, el juego fingido de lo normativo es difícil de esquivar con exactitud. Entre tanto, parece preferible acomodarse a los yugos sociales predeterminados, en lugar de alinearse a las simetrías de la voluntad y del deseo.
Así es como pesa la conciencia por haberle fallado a la familia -como si el autodeterminismo y la satisfacción personal no fueran prioritarios para la realización individual del ser-, e incluso por sentirse en pecado después de haberse cargado innumerables cruces con flagelos irónicamente impuestos. Y para sorpresa de nadie, la "verdad" sea dicha, no existe "verdad" radical que explique las inclinaciones, los gustos, las sensaciones, las realidades del lívido. 

La confesión tardía que me hizo, la hicieron hipócrita. Anteriormente, había sido métrica en sus conversaciones, evasiva en sus respuestas, controladora de sus hilos narrativos. Y porque las cosas giraban en torno a hechos un poco efímeros y contradictorios al mismo tiempo, entonces la síntesis parecía arretórica. Sí. Hay cosas que no han sido dichas y son más obvias que la magnitud de la fuerza de las placas tectónicas. Ahora, volvió a tener fuerza, pues al haberlo dicho, se quitó un peso de encima conmigo. Había sentimientos mezclados. Indudablemente, la felicidad vivida revoloteaba en el mismo cajón de la conciencia de la despedida con lágrimas inacabadas. Sin embargo, ella misma estaba interesada en detallar la historia con la seriedad que merecía el caso, pues a pesar de los temores se sentía valiente al reclamar su pedazo de libertad ganada. Es decir, aún siendo consciente de lo que se le viene cuesta arriba con la familia, siente que respira un poquito más después de haber expresado a mis oídos lo que ella es. 

De forma que ella no esperaba, sintió nuevamente plena seguridad de concebir sin pena ideas con matices sexuados. Lastimosamente, la pena la sienten los demás y la transmiten con asco. Mi mensaje tiene otro color: arriba el lesbianismo, la homosexualidad y la heterosexualidad bien vivida, sin hipocresías.

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