HUELE A MUERTE

Huele a muerte

I
-Hola Manu. Qué sabes de Fer?
En la atípica conversación que Rodrigo intentaba entablar, se notaba la desesperación por conseguir explicaciones sobre el comportamiento de Fer en esos últimos días. No hubo un saludo extenso y se había ahorrado los retóricos y repetitivos "¿qué se cuenta?", "¿qué ha habido?", "¿qué hay de nuevo?", " ¿qué más, todo bien?" y las enésimas formas de decir "hola" sin sentido. Manu entendía bien la situación. No era el momento de molestarse por cortesías escuetas e innecesarias. Su voz permaneció neutra, con tal de que no se sintiera imprudente.
-Supongo que sabemos lo mismo. La abu me ha dicho hoy que has estado más inquieto de lo normal.
Un juicio de ese tipo desconcierta por la procedencia; mas la ocasión permite que sea irrefutable.
-Ya sabes: no manejo bien lo de las situaciones que no dependen de mí. Pero, por favor, te lo pido de corazón: si tienes información nueva que me ayude a calmar los nervios, la recibiré con gusto; hazlo por mi tranquilidad.
-Comprendo. Fer habría estado llamando desesperadamente desde un teléfono desconocido. No logran localizar la ubicación. El audio aclara que le sobraba voluntad para irse; pero no se sabe si tenía compañía ni a dónde se habría querido dirigir. ¿Tú sabes si se hubiera comunicado con alguien más de la familia?
-No. Ya le he preguntado a todos. Cotejando información, me parece que Tefa podría saber algo que temiera contarnos.
-¿Crees que aún dadas las circunstancias, nos engañaría?
Todo estaba dado para asemejarse a una partida de póker, en la que los jugadores solamente desbarajan cuando su ventaja es la debilidad de los otros. Rodrigo empezaba a perder la paciencia con las respuestas tan ilógicas que obtenía aquí y allá. Nada coincidía. Todo era impreciso.

El final de la conversación no fue más expresivo que el saludo.

 II

Cuando por fin encontré a Tefa, estaba en su habitual trance duradero. Murmuraba incoherencias -al menos en ese momento supuse que lo eran- sin que parecieran conectadas con mi realidad.
Ambos habíamos tenido una conexión especial, en ese momento, cuando creíamos que nos conocíamos por primera vez. Lo sentimos. A partir de entonces, jugamos a ser cómplices de las carcajadas y las ilusiones. En un punto, percibí  que nos hubiéramos conocido con anterioridad. Ella era, sin duda, la típica abuela de buena familia, a la que le deseas el pronto descanso porque de algún modo no se ve tan bien. Tefa tenía ese aspecto de vieja loca a cuya familia hay que cuestionar por no darle el cuidado especializado que necesitara. Pero la mayoría de días, era una viejita toda querida y apapachable. Y yo soy el hijo de muchas familias, al que todos quieren por buena persona. Precisamente, soy lo que Tefa hubiera querido como hijo o nieto predilecto.
 
Allí, la abuela me contó que después de un viaje por Oriente, Fer había regresado con obsesiones o con arrebatos, arranques de locura, impulsos -quién sabe qué cosa-, que ninguna medicina psiquiátrica pudo contrarrestar. Se dieron por vencidos y ahora esperan, por tranquilidad de ella misma, que su desequilibrio le provoque la muerte y no siga sufriendo. Nuevamente, se me hacía extraño que un juicio de tanto valor viniera de ella. Ahora lo podía creer, pues yo mismo le veía modular los labios, la forma en que maniobraba su respiración, sus músculos faciales más expresivos que nunca y su melancolía en la comisura de los labios; todo eso lo atestigüé.

<Un sueño dentro de otro, la madera de la puerta se agrieta; pero no hace falta puerta porque entra sin invitación para sacar lo que busca. Se acaba el sueño, se extingue lo de adentro. No volverá. La anciana es culpable.>

Eso era. Más o menos eso, carente de sentido. Como un poema oscuro en la voz de alguien más. Lo último que recuerdo de ese instante es, haber sentido un corrientazo desde los talones hasta la nuca.

 
III

-Manu, visité a Tefa. La verdad es que no recuerdo muy bien nada de lo que pudimos hablar, pero ahora estoy intranquilo.

-¿Te habló de Fer?

-Sí. Bueno... no puedo asegurar que hablaba de ella; aunque sabes que creo en lo que dice.

-En otras palabras, ahora tienes otro acertijo merodeando tu cabeza.

Manu era de esas personas a la que no les cuesta ponerse en el lugar de otros. En este caso, sentía y pensaba como Rodrigo. Se tomó horas, un par de días quizá, para ayudar a atar cabos.

-¿Guardas esperanzas?

-Las guardaré hasta que halle las respuestas que necesito. Manu, si me llamas, supongo que me dirás algo, antes de que esta situación me enloquezca.

-No sé, no estoy segura.

-Dilo.

-¿Cuándo hablaron?

-Hace semanas. No quiero molestarla más.

-Visítala. Creo que te dará la respuesta, solamente hay una. Pero te advierto: tómate antes unas gotas de valeriana. Reza a todos los santos y a todos los dioses.

-Entonces ¡sí crees que Fer esté muerta!

-No sé qué pensar. Pero podrías pasarla mal si no me haces caso.

Rodrigo estaba recibiendo una advertencia que no alcanzaba a entender. ¿Por qué Tefa daría respuestas? Al mismo tiempo, esa era la verdad más reluciente: se sentía manejando en una carretera bien conocida, llena de señales que no hacen falta ser mirada porque el subconsciente las detecta y la consciencia las acata. En ires y devenires, todas las voces rayaban lo absurdo, donde solo se quiere morir, desaparecer, desvanecerse, desintegrarse. La esperanza quería convertirse en depresión.


IV

Di con su paradero y casi no accedió a hablarme. La actitud más rayada de este mundo, tan rayada que no pude evitar las lágrimas, menos el mareo.

Siento que su trato, al principio, fue despectivo. Esa mirada no la había visto antes en ella. Cuando al fin suavizó su genio, dijo cosas que jamás hubiera querido imaginar. Un soliloquio, luego un diálogo de piel de gallina.

 

V

-La gente común es incrédula y algunos como yo aprovechamos la ignorancia ciega, los sentimientos bonitos, la debilidad. No me creas desalmada; simplemente, sigo con una tradición esencial para esta familia. En una apología a la tradición familiar, los demás podrían perderse en el dolor, yo no. Estoy aquí para ejecutar y recuperar lo que pudimos perder. Ya no pienso ceder mi sangre a la nada, si tengo en mis manos la posibilidad de resarcir mi agravio.

Aquella mirada semiperdida acompañaron muy bien las huellas sobre el cristal de la ventana.

-Rodrigo, decidí por ella. El mundo acaba cuando el miedo a correr riesgos te congela. Yo decidí por ella porque ya no tengo miedo. Lo hice convencida de ligar su espíritu a la dimensión que nos protege.

-¿Qué decidiste, Tefa?

-En nuestra familia hay que cumplir una promesa cada dos generaciones sobre la segunda mujer de cada apellido. Al devolverlas a su origen, nos perdonan a los demás.

-¿Quién, por qué? Tienes que explicarme todo ya, antes de que me mate la impaciencia.

-Una de las mujeres de la familia, hace mucho, nos maldijo de esta forma. Ella recuperó lo que amaba y nos condenó a las demás a la suerte de no ser las segundas. La mayor de nosotras debe encargarse de la sucesora.

-Eso no es más que un vil asesinato. Con cuánta frialdad me cuentas semejante aberración. Te lo juro: te arrepentirás y me encargaré de que pagues, aunque parezcas loca.

-Rodrigo, cualquier rastro de la existencia de Fer se está desvaneciendo. Será cuestión de tiempo para que no alcances a reconocer lo que nos vincula. Así que no hace falta que ahora amenaces.

-No entiendo. ¿Intentas decir que no la recordaré?

-Absolutamente comprensible que no comprendas. Yo también fui incrédula la primera vez. Se me escapó la primera oportunidad como se pierde el suspiro al caer por un abismo. Ahora, siento el perdón de la línea de la vida que sigo; aunque aún falte completar el ritual, dentro de 12 noches, cuando se completarán los cantos de las jylgs.

-¡Qué rayos!

-Las jylgs: las espíritus antecesoras. 12 anteriores a Stefi cantarán, una por una, llamándola, mostrándole el camino del pacto, recibiéndola y preparándola para ser luz del otro lado. ¿Recuerdas que parecía que Fer perdía su cordura? En realidad, había empezado a tener visiones. Ella misma vino a mí, se entregó sin negarse a lo que le tocaba.

-No más. Pagarás.

-Creo que sabía algo que ayudará a las siguientes.

 

 




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