LADOS

                                                                     laDOS
De este lado del río, el que mira hacia el suroccidente, las piedras hablan. Callan. A veces, se les ve flotar, brillan con el sol. Se sumergen cuando se sienten secas, después de sonreírles un adiós a los sorprendidos.
Esta orilla tiene fama de milagrosa. Todos vienen para apreciar lo que sucede. Ante los ojos de todos, aparecen arcoíris, incluso a la luz de las estrellas; anidan aves entre sonrisas de serpientes, hadas cantan odas de paz, la lluvia es siempre bendita, fieras y humanos bajo los mismos árboles.
Hay quienes llegan para hacer ofrendas -no se sabe a qué- o conectar su alma con el espacio, con la calma o quizá, solamente, con la vida del lugar. Inhiben cualquier pensamiento mientras respiran las respuestas que buscaban. Se entregan a la laxitud de la espera, del encuentro, de la claridad, del propósito, de la gratitud, de la armonía con todo.
Al marcharse, llevan la compañía de la conciencia de lo que fueron, porque ahora son más que materia en el espacio. Y son luz y gases y principio. También oscuridad y fin. Y, nuevamente, principio. Lo son en este lugar, pero presentes en la continuidad de cada espacio.



De aquel lado del rio, el que postra su cara hacia el nororiente, se percibe sospecha desde la humedad espesa de su niebla -casi- perpetua. Siniestro, siniestro su calor al ocaso del día y al alba de su espejismo.

Los matrorrales de este lado parecen estar siendo expulsados por la ladera. Se inclinan hacia el viento traicionero que los envuelve sin precaución. Y se ven cubiertos de polvo, que limpiado por las gotas de lluvia,
aquí y allá, se convierte en fango fétido, ilusión de asfixia, corazón moribundo.
Nadie llega aquí por la sensación desagradable de la imagen desde la distancia. Desde cualquier dirección, el misterio invade. La mente carece de humanidad; cero consciencia; más dolencias arbitrarias y reflejos sin estímulos. Solamente, parece que la sombra se cuece bajo el vapor del mismo río.

Decidir a donde ir, es fácil. Aquí. Si hubiera que recorrer uno de los dos lugares, sería ideal el que invita a ello. Así: sin esfuerzo, sin enigmas, sin riesgos, con satisfacción asegurada; todo libre, claro, seguro, despejado, colorido. Mas la vida, sigue brindando la posibilidad de decidir. Algo bueno estará escondiendo el lado del río que asusta. Quizá.

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